lunes, 1 de abril de 2019

Cuando te despiertas muerto.

Antiguamente se creía que el sueño consistía simplemente en la disminución de la actividad cerebral que se produce durante la vigilia. No obstante, en la actualidad sabemos que dormir es un proceso activo y muy estructurado en el que el cerebro recupera energía y reorganiza los recuerdos.

 En el adulto, el sueño nocturno de ocho horas se organiza en 4-5 ciclos de unos 90-120 minutos, durante los cuales se pasa de la vigilia a la somnolencia, al sueño ligero, al sueño lento o profundo y finalmente al sueño MOR, pero para explicarlo podemos simplificar todas estas fases en dos grandes grupos: 

• La vigilia, estado de alerta caracterizado por un conocimiento permanente de nosotros mismos y de nuestro entorno.

  • El sueño, que a su vez se divide en dos: 

• El sueño lento o sueño de ondas lentas (SOL), que ocupa entre el 15 y 20% del sueño total. Durante el sueño lento la actividad fisiológica se encuentra muy disminuida, por lo que se considera que nuestro cuerpo descansa y se recupera más en esta fase que en el resto. 
• El sueño REM o sueño MOR (de las siglas en inglés rapid eye movements), el cual constituye el 20% del sueño total. Es fundamental para el desarrollo cerebral y la consolidación de recuerdos nuevos. 

Durante la fase del sueño REM existe una gran activación de la corteza cerebral, tanta que incluso parece que el cerebro no está dormido y por eso, este es el momento en el que se producen la mayoría de los sueños. Como mecanismo de defensa, el cuerpo bloquea todo tipo de movimiento y permanece totalmente inmóvil para que no actuemos en lo que estamos soñando, a este procedimiento se le llama atonía muscular. Una vez que pasamos a otra fase del sueño o despertamos, dicha atonía muscular llega a su fin, sin embargo, en algunas ocasiones es posible que la persona se despierte durante la etapa REM cuando la atonía muscular aún no ha llegado a su fin, provocando parálisis del sueño. 

La parálisis del sueño es un trastorno recogido en la clasificación internacional de los trastornos del sueño, dentro del grupo de las parasomnias. La persona que se encuentra bajo esta parálisis está cognitivamente despierta, pero experimenta una sensación de parálización de prácticamente toda la musculatura voluntaria excepto de los ojos y el diafragma respiratorio. También es característica la paralización de la laringe, lo cual imposibilita el habla de la persona. Todas estas características son suficiente para que la persona sienta angustia, miedo, pánico y ansiedad. 

Generalmente, la parálisis del sueño sucede en el inicio del sueño (estado hipnagógico) o en el momento de despertar (estado hipnipómpico) y suele tener una corta duración que, normalmente, es inferior a un minuto y no superior a los tres minutos. Por esto es esencial mantener la calma si algún días nos ocurre, porque hasta ahora no existen datos de muertes causadas por parálisis del sueño. 

Por otro lado, los principales síntomas que se pueden presentar son dificultades para respirar con normalidad, sensación de asfixia o presión en el pecho, capacidad para mover los ojos (algunas personas pueden abrirlos y otras no) y lo más terrorífico, las alucinaciones. 

Se pueden presentar diferentes tipos de alucinacioes: alucinaciones táctiles, las más comunes, como la sensación de que el colchón se hunde, que alguien se sienta, que nos retiran las sábanas o que nos agarran de las manos. Alucinaciones visuales, son más vívidas, inconstantes, vagas e indefinidas, cercanas a la pseudoalucinación. Alucinaciones auditivas que al igual que en las visuales, se tiene la convicción de que los sonidos son reales y que provienen del exterior más que de su mente. Son sonidos diversos, muchas veces mecánico e intensos, como zumbidos, silbidos o chillidos, golpes de puerta, arrastrar de muebles, vidrios o vajilla que se rompe, música extraña, sonido de radio con ruido blanco o que recibe varias estaciones, sonidos de viento, rugido de olas del mar, etc, pero aún así, las voces humanas son el sonido más frecuente. En un 37% de los casos, en forma de griterío o leves susurros, sin mensaje identificable ni claro. 

A pesar de que no están del todo claras las causas de la parálisis del sueño, y al contrario de la creencia popular que proclama que se trata de un demonio que nos atormenta, se ha señalado que este trastorno del sueño podría asociarse a no dormir el tiempo suficiente, a tener un patrón de sueño irregular, por ejemplo, debido a turnos del trabajo o al jet lag, narcolepsia, estar expuesto a un estrés excesivo, trastorno de ansiedad, ataques de pánico, depresión, trastorno bipolar, trastorno de estrés postraumático o tener antecedentes familiares de parálisis del sueño.

 Si la parálisis del sueño es consecuencia de alguna enfermedad física o mental, se puede recomendar terapia psicológica y un tratamiento farmacológico, pues al tratar y mejorar el trastorno o patología subyacente, es probable que los episodios se reduzcan o desaparezcan. Pero como podemos ver, no hace falta tener ningún tipo de trastorno para que esto nos ocurra y, cualquiera de nosotros, en una situación de privación del sueño crónica o continuada, puede en algún momento acabar desarrollando parálisis del sueño. 


  • Por esto, es importante que cuidemos nuestros hábitos de sueño. Pequeñas cosas como establecer un horario fijo para irse a dormir y para despertarse, evitar utilizar aparatos estimulantes como el móvil, la televisión o el ordenador antes de irnos a dormir, probar ejercicios como pilates, yoga o meditación para reducir el estrés que vivimos día a día pueden ser esenciales para evitar pasar por essta terrorífica experiencia. 



Alison Yirley Murillo Serna.
2°Bachillerato B. 

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